Detalle de «La Dama de Negro», de la serie «En el jardín de Afrodita», hacia 1920

Por Cristo Gil Díaz

Hay un divino Marqués de Sade y hay un querido y amantísimo marqués: Franz von Bayros (1866-1924). Nacido en Zagreb, provenía de una familia que descendía de oficiales al servicio de la corona de los Habsburgo por parte de su bisabuelo, y entre sus antepasados había miembros de la nobleza.

Pintor y dibujante de carrera vienesa -influenciado también por la intelectualidad muniquesa- donde confesó haber nacido a los treinta y un años en la escuela de Knirr en Munich, desarrolló la mayor parte de su trabajo artístico en el periodo decadente europeo, coincidiendo en el tiempo con figuras como Max Klinger, Franz von Stuck y Alfred Kubin, entre otros. Fue en esta ciudad donde comenzó su carrera como pintor y dibujante realizando su primera exposición en 1904. En sus exhibiciones obtuvo tantos éxitos como críticas por inmoral, ya que la obra de Bayros era una celebración del erotismo femenino en su variante más perversa. Por esta razón tuvo que firmar muchos de sus trabajos con el pseudónimo de Choisy LeConin y trasladarse constantemente.

Sui Generis Madrid - Arte - Franz von Bayron - Nunca quisiste creer que el mercurio pertenecía a él
«Nunca quisiste creer que el mercurio le pertenecía a él»

Sus obras son un festejo a la sexualidad en las que podemos ver todo tipo de prácticas: tríos, orgías, lesbianismo, sexo oral, masturbación con juguetes eróticos, descubrimiento del sexo en la niñez, pero sobre todo zoofilia y sadomasoquismo como constante. Eran temas prohibidos para la moralidad del momento, pero realizados con trazos y composiciones de gran elegancia. En él se perciben claras influencias de Aubrey Beardsley, otro artista «maldito» por representar también el pecado bajo el ornamento, así como el trabajo artístico de Félicien Rops y las composiciones de Johann Heinrich Füssli, quien también realizó obras de carácter erótico. Sin embargo, el marqués decía de sí mismo que nadie podía reprocharle oír de su boca alguna broma sucia. La capacidad de ser lascivo para él, era un don de los dioses y la perversión artificial, la extrema posibilidad de la fantasía humana, formulaba lo más atrevido sabiendo que no había lugar para lo vulgar. (Busch, 1978).

Retrató como nadie conductas de la sexualidad explícita con formas elegantes y exquisitas. Dotó al espacio íntimo de la feminidad -en su versión más perversa- de un halo ritual que queda enmarcado en un mundo subjetivo, otorgándole una fuerza sublime que lo separa de la cotidianidad. Se trata de una especie de liturgia donde la figura masculina es un elemento que contribuye al esplendor de la protagonista:

«Astrónomo»

La mujer representa a mis ojos un mundo súper determinado, donde todas mis ideas de belleza, de poesía, de agresión -terror a lo efímero- subsisten. La mujer es para mí una divinidad que adoro por mi arte y a través de él. (…) Ella se desliza entre arcos encorvados por la eternidad. ¿Cómo representar en la mujer lo profundo de su interminable seducción? En palabras del propio Franz von Bayros, citado por Moreno Chumillas en su artículo «Sueños de un dios a la celestial deriva» (Astrolabio, 2009, p. 63).

En sus dibujos representa a la mujer como una especie de ídolo inalcanzable. Los viajes que desde niño realizaba por Bosnia con su padre, debido al negocio que éste tenía con el ferrocarril, fueron muy enriquecedores para la obra de Bayros. En estos viajes contemplaba, fascinado, las figuras femeninas y los cuerpos semidesnudos de las gitanas (Busch, 1978, p. 204). 

Bibliografía:

  • Busch, Wilhelm M.: Bayros Erotische Graphik, C. A. Kosch’s Verlag Nachf, Germany, 1978.
  • Moreno Chumillas, Evelio: «Sueños de un dios a la celestial deriva», Astrolabio. Revista Internacional de Filosofía, nº8, 2009, pp. 49-78.