Fotograma de «El Sueño Eterno» (Howard Hawkes, 1946)

Cuando hablamos de literatura de género, muchas veces pensamos en fantasía y ciencia-ficción, pero pocas veces se nos pasa por la mente la importancia de cómo se ha ido desarrollando algo tan común en la narrativa de hoy (sea literaria, televisiva o cinematográfica) como el suspense, el misterio, el germen nacido del crimen dentro de las novelas de detectives, el Noir. Y en eso, un maestro indiscutible es Raymond Chandler, autor de uno de los personajes más célebres de la novela negra.

El 26 de marzo de 1959 fallecía Chandler, el gran revolucionario de la ficción detectivesca, pero de enfermedad y completamente solo. Dicen que los que acudieron a su entierro no llegaron a quince, que si acaso algunos más de los que componían la «Chandler Patrol» («Patrulla Chandler» en inglés), un grupo de amigos que vigilaba su estado de ánimo y procuraba que no intentase suicidarse (como ocurrió en 1955).

Chandler era un ejemplo de autor rodeado de clichés que lo convertían en desastroso: adicción al alcohol, mala suerte en el amor, tendencia cínica y poco dinero. Pero a pesar de todo eso consiguió crear uno de los más grandes detectives literarios (y posteriormente cinematográfico) de todos los tiempos: el gran Philip Marlowe, un investigador adicto a los problemas.

Pero una de las cosas que más llaman la atención de Raymond Chandler es cómo él mismo desarrolló lo que denominó la «Ley Chandler», un recurso narrativo para evitar o poner solución a un bloqueo narrativo por parte del escritor. Y esta célebre ley consiguió no sólo su objetivo, sino que además perdura hasta nuestros días, donde guionistas, directores y escritores de alto nivel confiesan que hacen uso (y abuso) de ella.

Humphrey Bogart interpretando a Philip Marlowe y leyendo «El Sueño Eterno» de Raymond Chandler en el tráiler del film del mismo título dirigido por Howard Hawkes en 1946

Pero, ¿en qué consiste la Ley Chandler? El propio Raymond la definió rápidamente así: «Cuando tengas dudas, haz que un hombre entre por la puerta con una pistola en la mano». Lo que viene a decirnos con este recurso es que si un creador ha llegado a un callejón sin salida, qué mejor para desbloquear la trama que introducir un elemento sorpresivo e inesperado, por lo general, en forma de amenaza.

Es común que se compare la Ley Chandler con el recurso «Diabolus ex Machina» (lo opuesto al Deus ex Machina), que suele definirse como una complicación en la trama (a veces innecesaria) para alargar la historia. Hay muchos ejemplos de la Ley Chandler en la ficción : como el OVNI que salva a Bryan de los romanos en «La vida de Bryan», el final de la película «La niebla» (2007) o cómo se suelen alargar los animes japoneses.

Escritores como Stephen King, los guionistas de «Buffy cazavampiros», directores como Terry Gilliam o Woody Allen han confesado hacer uso de este recurso cientos de veces… Por el momento nada como cerrar bien con llave, que no queremos sorpresas de última hora por la plataforma.