Fotograma de The Mummy (Karl Freund, 1932, Universal Pictures)
Por David Hidalgo Ramos
Sombras del Nilo: la momia como icono del horror.
Desde los icónicos monstruos de la Universal hasta las criaturas de la Hammer, el cine clásico de terror bebió directamente de la literatura, en su multitud de géneros y subgéneros, siendo una fuente inagotable de pesadillas durante décadas. No había mejor sensación que provocar a través de la gran pantalla los escalofríos que habían estremecido a generaciones enteras de lectores. Y precisamente, si hablamos de resucitar el horror literario en el cine, pocas criaturas encarnan mejor esa idea que la momia del Antiguo Egipto, uno de los mitos más famosos dentro del imaginario popular de las historias fantásticas de terror. Cuando pensamos en un ser antiguo, maldito, horripilante y cuya tradición viene de lejos es imposible no pensar en estos cuerpos embalsamados. ¿Quién no conoce a esos «adorables» y clásicos monstruos?
Pero ¿cómo pasaron estos seres de la historia y la arqueología al panteón del horror? La respuesta está en los rumores, las supersticiones y, sobre todo, en la literatura. El auge del interés por las momias está ligado a los primeros egiptólogos, y aunque el hallazgo de la tumba de Tutankamón en 1922 es el más célebre, no fue ni el primero ni el único en avivar la fascinación por las maldiciones del Antiguo Egipto. Los rumores de las maldiciones sepulcrales ya existían en la época de los faraones como método disuasorio frente a los saqueos de tumbas. Todos los objetos que los grandes reyes egipcios se llevaban al Más Allá eran necesarios en la otra vida, por lo que el sacrilegio de robar en las sepulturas se castigaba duramente. Así las habladurías de generación en generación hicieron el resto, llegando incluso hasta nuestros días, algo que recogieron los escritores ya desde el Romanticismo del XIX.
Justamente el Romanticismo comienza a ver las ruinas de las pirámides como algo digno de ensalzar, unido a la idealización de la época faraónica. Posiblemente uno de los primeros relatos sobre momias, con mezcla de experimentación de por medio, sea Conversación con una momia, escrito en 1845 por Edgar Allan Poe. Aquí no sólo se dan pistas sobre lo que vendrá en la literatura sobre momias, sino que empieza a perfilarse el monstruo macabro en que se transformará después.
Pero a nivel histórico quizá la maldición más renombrada data de 1865: el egiptólogo Thomas Douglas Murray, del Museo Británico, adquirió en Luxor un sarcófago que con el tiempo sería conocido como «la momia de la mala suerte». Quienes lo poseyeron sufrieron tragedias insospechadas: accidentes, ruina, muertes inexplicables… ¿Casualidad? Tal vez. Pero la superstición ya había hecho su trabajo. Los que rodeaban a la sacerdotisa momificada en el interior del sarcófago, padecieron terribles desgracias (Murray y su familia los primeros). El sarcófago de Luxor sembró el pánico entre quienes creían en su maldición, incluyendo al célebre escritor Arthur Conan Doyle y al influyente periodista William Thomas Stead, del que cuentan que hablaba de la sepultura mientras formaba parte de la tripulación del Titanic. Poco después, el barco chocó contra un iceberg y él pereció en el naufragio. El mito de la maldición, como el propio transatlántico, se hundió en la historia pero jamás desapareció. Fue a partir de entonces que las historias de momias proliferaron enormemente entre finales del XIX y principios del XX. De hecho, Bram Stoker, maestro del horror gótico, no solo nos dejó Drácula, sino que en 1903 escribió La joya de las siete estrellas, una de las novelas más evocadoras sobre momias malditas. Con su inconfundible atmósfera opresiva, la historia introduce elementos inquietantes como animales momificados y una mano cercenada poseída, un relato al que merece mucho la pena asomarse.
Así es como llegamos a una figura clave y a otras narraciones que llegaron antes de la famosa película de la Hammer y interpretación en el papel de momia que hizo famoso a Boris Karloff. Hay que destacar a Louisa May Alcott como una de las grandes escritoras de relatos de momias de la época. Conocida por Mujercitas, Alcott también exploró el terror gótico con una destreza magistral. Criada en un entorno progresista e influenciada por figuras como Thoreau, padre de la desobediencia civil, encontró en las novelas pulp y las historias de misterio su verdadera pasión. Su novela corta Perdido en una pirámide (1870) sigue siendo una de las incursiones literarias más atmosféricas en la maldición de las momias, a lo que sumó la antología de relatos tenebrosos Sangre y truenos (1868), donde desplegó su talento para el suspense y lo macabro.
Pero para terminar de desenterrar los sarcófagos, quizá también habría que destacar otros textos, más macabros y terroríficos, como Bajo las pirámides (1924), un curioso relato cuya idea original se atribuye al famoso Houdini, que contrató a Lovecraft para que le hiciera de autor fantasma y escribiese el cuento que el escapista firmaría después. Con los años se ha demostrado la autoría de Lovecraft y su estilo y atmósferas horripilantes no dejan lugar a dudas. Desde los relatos de Poe hasta el cine de la Hammer, la momia se ha convertido en un símbolo imperecedero de nuestro temor a la muerte… y al inquietante retorno de lo que nunca debería haber despertado.