Ilustración núm. 2, Voyage d’Hermès (2010), Moebius

Por David Hidalgo Ramos

Cuando la ciencia ficción se dibujó: la revolución de Moebius.

Si miramos a la cultura del siglo XX, cuesta dilucidar qué figuras influyeron más en la ciencia ficción y, de alguna manera, en nuestra propia forma de pensar. Mientras rastreamos a los grandes narradores de la literatura y el cine, lo más común es pasar por alto a los maestros del cómic. Sin embargo, fue uno de estos grandes dibujantes el que consiguió revolucionar la ciencia ficción a través de su obra.

Métal Hurlant núm. 6 by Moebius - Sui Generis Madrid
Portada del núm. 6 de la revista Métal Hurlant original (Moebius, 1981)

Hoy hablamos del francés Jean Giraud (más conocido por sus pseudónimos Gir y Moebius), uno de los artistas gráficos más importantes en el ámbito europeo y mundial. Sus trabajos influyeron a otros ilustradores, cineastas, escritores y diseñadores. Es gracias a Giraud que hoy el cine de ciencia ficción goza de tan buena salud. De hecho, multitud de películas deben su éxito al artista francés. Comenzó en los años 60, creando uno de los iconos del cómic de temática wéstern: el teniente Blueberry, inspirado directamente en los clásicos de John Ford y en los famosos spaghetti wéstern rodados en Almería por Sergio Leone. El antihéroe Blueberry le permitió a Moebius vivir de la profesión y poder dedicarse a una de sus grandes pasiones: la ciencia ficción.

Formó parte de una de las revistas más icónicas del tebeo francés, Pilote, dirigida por Goscinny (posterior guionista de Astérix y Obélix), pero el enfoque al público infantil de la publicación no casaba con las ideas de Moebius. Fue entonces cuando cuatro ilustradores franceses fundaron a mediados de los 70 un grupo que se llamó Les Humanoïdes Associés (Humanoides asociados en castellano). Comenzaron a editar la mítica revista Métal Hurlant (algo así como Metal aullador traducido literalmente). Allí fueron publicando sus trabajos y conceptos de lo que entendían como cómic para adultos. Narraciones a través de imágenes que debían explorarse desde un punto de vista humano, sociológico e incluso político. Esta revista (1974-1987) marcó un antes y un después en el mundo del cómic, traduciéndose en otros países y generando imitaciones.

Tras esta época comenzaron a surgir grandes proyectos, forjando un tándem creativo con Alejandro Jodorowski. Su amistad con el escritor chileno le llevó a conocer a otros artistas como Dalí, Mick Jagger, Orson Welles, Jimi Hendrix, H. R. Giger o Dan O’Bannon, entre otros muchos. Estos dos últimos convencieron a Giraud para realizar el diseño de vestuario para el film Alien: el octavo pasajero. De este contacto con Ridley Scott surgió una nueva colaboración. El cineasta contó con él para el diseño de la visión futurista de Los Ángeles de la versión de 2019 de Blade Runner. Gracias a su visión única y a estas incursiones cinematográficas, también se le encargó el arte conceptual de clásicos como Tron, Dune, Willow y Másters del Universo, y los diseños de las criaturas de Abyss y de los coches de Mad Max 2.

Ilustración de Moebius para el libro sobre Jimi Hendrix Émotions Électriques - Sui Generis Madrid
Ilustración de Moebius para un libro sobre Jimi Hendrix (Émotions electriques, Jean-Noël Coghe, 1967)

Por su parte, Jodorowski no se queda atrás en cuanto a la influencia de sus trabajos dentro del género, pero ¿quién es Alejandro Jodorowski? Se podría decir que ha sido artista, cineasta, pensador, escritor, poeta, mago… Un hombre del mundo, que comparte nacionalidad chilena y francesa. De hecho, Jodorowski salió de Chile entre mucha polémica en la década de los 50, en parte huyendo por sus ideas políticas y en parte por hacer borrón y cuenta nueva de su vida en general. Así lo cuenta a menudo en entrevistas. Llegado el momento, sobre 1953, tiró su libreta de direcciones y números de teléfono al mar y nunca más tuvo contacto con ninguno de sus conocidos… incluida su familia. Jodorowski siempre ha sido una figura artística un tanto particular, muy consciente de la expresión poética, de las vanguardias o del mundo cultural de la bohemia chilena en la que se formó. Y ahí está la clave para entender el legado de este autor, en su relación con la poesía y sus maestros.

The Incal - Moebius/Jodorowsky - Sui Generis Madrid
Orth, la luz eterna, se aparece a John DiFool en El Incal (1980-88, Jodorowski/Moebius)

En los años 40, Jodorowski se presentó en la casa de otro gran escritor y poeta de la época, Enrique Lihn, de su misma edad. Por aquel entonces Lihn había publicado alguna cosilla suelta, a Jodorowski le habían gustado y quiso «hacer amigos» a su manera. Ambos entablaron una amistad que duró años y nunca le tuvo en cuenta el arrebato y abandono cuando Jodorowski rompió con todo y dejó Chile. Aun así, Lihn dijo en más de una ocasión que Jodorowski era un tipo completamente aparte del mundo. Juntos, en esos años de juventud, de creatividad artística, de experimentación con la literatura y los conocimientos que absorbían como esponjas, se fijaron en un intelectual que solía sentarse cómodamente al sol frente a la Biblioteca Nacional en Santiago de Chile, a tomar chicha. La chicha es una bebida alcohólica típica del centro del país a base de uva y otras frutas, y se sentaron con aquel hombre quince años mayor que ellos y hablaron de literatura, de poesía, de egos. Aquel poeta sabio era conocido justamente como el «antipoeta», el gran Nicanor Parra, longevo artista (falleció en 2018 con 103 años), matemático y físico, gran pensador chileno que influyó enormemente en toda la literatura hispanoamericana. Sin pretenderlo, Parra se convirtió en el maestro de Jodorowski. Sin decirlo explícitamente, odiaba al poeta y político Pablo Neruda, del que se decía que se creía un dios altivo, prepotente y egocéntrico mientras que Parra era el poeta de la calle, del pueblo.

Con el tiempo, todo lo que Jodorowski ha desarrollado a lo largo de su vida en el mundo del arte, ya sea en novela gráfica, cine o literatura, lo aprendió de Nicanor Parra. Pero fue a raíz de su destierro autoimpuesto y su llegada a Francia cuando conoció a Moebius. Juntos crearon el que para muchos es el mejor cómic de la ciencia ficción global, El Incal (1980 – 1988), Jodorowski como guionista y Moebius como dibujante. El Incal es, en muchos aspectos, inconmensurable. Una narrativa a menudo confusa, con multitud de personajes, tramas y subtramas que se enredan una y otra vez que hipnotizan al lector y le llevan a seguir las aventuras del detective John DiFool por una sucesión de paisajes oníricos, una búsqueda y una huida al mismo tiempo, para descubrir qué es el Incal, qué poderes otorga y cómo engloba al universo. El impecable dibujo de Moebius, con su cuidado y precisión en los paisajes y las arquitecturas, las naves y los diseños de interior, son lo que hacen de Incal una obra maestra (que de otra forma, en parte por su narrativa errática, sería desdeñable).

El Quinto Elemento - arte conceptual de Moebius - Sui Generis Madrid
Arte conceptual de Moebius para el personaje de Diva Plavalaguna de El Quinto Elemento (Luc Besson, 1997)

Es curioso cómo el trabajo del propio Moebius en El Incal lo conectan irremediablemente con otras obras. A mediados de los noventa, Moebius comienza a trabajar en un proyecto junto al cineasta francés Luc Besson: El quinto elemento. La trama de El quinto elemento es concebida por Besson en su preadolescencia. Comenzó a escribir la historia por entretenimiento, ya que era un muchacho solitario al que le gustaba más leer que jugar en el patio. Desarrolló la narración durante 20 años, hasta que decidió convertirla en guion. Al joven Luc no se le daba bien resumir, así que el guion terminó teniendo 400 páginas. Con la ayuda del guionista Robert Mark Kamen, se convirtió en un guion real. El escritor de ciencia ficción Terry Bisson, fallecido en 2024, fue el encargado de convertir el guion en una novela coherente, basándose en los cientos de notas que conservaba Luc Besson desde su adolescencia. El resultado fue una novelización perfecta de la película, escena por escena, que contentó a los miles de fans del film. Además, Besson, contrató a grandes estrellas del momento de muy diversas áreas para construir la cinta: desde el diseñador Jean-Paul Gautier que se encargó de todo el vestuario (incluido el de los más de 500 extras de la famosa escena en el teatro), pasando por la actriz y coreógrafa Mia Frye (conocida por crear el baile de la Macarena), hasta el propio Moebius, que se encargó del diseño de escenarios. Aquí es donde entra el conflicto creativo, puesto que algunas escenas y situaciones se parecían demasiado a las de El Incal, sin olvidar los calcos razonables de la película de animación canadiense Heavy Metal (Gerald Potterton, 1981), aunque esa es otra historia. Curiosamente, la editorial francesa que publicó El Incal demandó a Luc Besson por plagio ya que consideraban que algunas escenas del cómic se habían llevado a la película muy fielmente, aunque al final parece que la demanda no llegó a nada.

La influencia de la obra de Moebius en el cine es impresionante, incluso en la forma de narrar la propia ciencia ficción en la actualidad, pero también en otros artistas gráficos, como ha reconocido el japonés Katsuhiro Ōtomo​, creador del manga y anime Akira (1988), y en escritores como William Gibson, padre del ciberpunk, quien reconoció que Moebius y su grupo anticiparon la estética punk de la ciencia ficción con su obra Métal Hurlant. Incluso existe una estética denominada Moebius en los videojuegos (Sable, 2021) y en las series de animación, como la increíble Scavengers Reign (2023), que bebe directamente tanto de la paleta de colores como de las texturas y los trazos de este maestro del dibujo. Basta con abrir cualquier página de Arzach, El garaje hermético, El Incal o cualquier otra ilustración de Moebius para sentirnos arrastrados a otra dimensión. No importa cuántos años pasen ni cuántos artistas lo sigan: su universo es infinito. Y como todo lo que trasciende, seguirá encontrando nuevos viajeros dispuestos a perderse en sus paisajes imposibles.