El cantante de ópera ruso Feodor Chaliapin (1873–1938) como Don Quijote (detalle de postal austríaca, B.K.W.I., 1910).

Hoy 29 de septiembre celebramos el natalicio de uno de los grandes maestros de las letras hispanas, Miguel de Cervantes Saavedra. Este año, además, señalamos los 475 años de su nacimiento, fechado en 1547.

Y para recordar a tan importante figura, ¿por qué no hacerlo desde su obra magna, Don Quijote de la Mancha? Esta obra fundacional, que tantos lectores ha asombrado y aún asombra a lo largo de los años, es muy probablemente una de las mejores —si no la mejor— joyas que las letras españolas han legado a la literatura universal de todos los tiempos.

En Sui Generis Madrid, desde nuestro nacimiento en 2008, siempre nos ha guiado un lema muy especial: Lumen in tenebris, ‘Luz en la oscuridad’. Durante estos años estas palabras han sido, nunca mejor dicho, nuestro faro guía y a ellas nos hemos acogido intentando iluminar aquellos elementos culturales que en ocasiones quedaban en penumbra.

Sui Generis Madrid - Quijote más allá de la oscuridad - Insignia de Juan Cuesta
Insignia del impresor Juan de la Cuesta en la portada de la segunda parte del Quijote (primera edición, Madrid, 1615)

Pues bien, esta frase, Lumen in tenebris, tiene su origen como una variación de la frase latina Spero lucem post tenebras, ‘Espero la luz tras la oscuridad’. ¿De dónde viene y qué tiene que ver con El Quijote? Pues su origen está en una de las traducciones bíblicas del Antiguo Testamento, en concreto Job, 17 (11-12). A partir de esta inscripción que nos habla de la esperanza pero también de que en lo oculto se encuentra también lo bello (este es el sentido hermético que le dieron algunos alquimistas medievales), un impresor madrileño lo tomó como su lema.

Del impresor Pedro Madrigal conservamos algunos datos: fundó su imprenta en la capital de España en 1568, cerca del Barrio de las Musas, lo que hoy conocemos como Barrio de las Letras. Madrigal compuso su marca tipográfica, que plasmaría en las portadas de todos los libros que imprimió, como un sello donde vemos un león dormido y un halcón de cetrería con los ojos cubiertos. Rodeando este grabado, el emblema Spero lucem post tenebras.

A la muerte de Pedro Madrigal, la imprenta continuó su labor bajo las órdenes de su viuda y después su hijo, Pedro Madrigal Hijo, que falleció en 1604. Fue la viuda de Pedro Madrigal Hijo, María de Quiñones, la que devolvió a la imprenta todo su esplendor. Contrajo matrimonio con uno de los empleados de la imprenta, Juan de la Cuesta, quien unió su nombre y apellido con la empresa y a la vez, quedó inmortalizado en la historia de la literatura.

En 1605 Miguel de Cervantes Saavedra, que todavía no era conocido —al menos no más allá de haber servido en el ejército y su participación en la batalla de Lepanto, en las costas griegas del golfo de Patras—, entró en la imprenta de Juan de la Cuesta donde se imprimiría la edición príncipe, la primera edición impresa de una obra literaria, de Don Quijote de la Mancha. La Sociedad Cervantina restauró los talleres de esta imprenta de los siglos XVI y XVII y la convirtió en su sede: todavía podemos ver una réplica de la imprenta que vio nacer al ingenioso hidalgo en la madrileña calle de Atocha, número 87.

Sui Generis Madrid - Quijote más allá de la oscuridad - Placa conmemorativa de la imprenta de Juan de la Cuesta en Madrid
Placa conmemorativa de la imprenta de Juan de la Cuesta en la calle Atocha de Madrid (Lorenzo Coullaut Valera, 1905)

Curiosamente y volviendo al emblema Spero lucem post tenebras que quedó fijado en su portada, el propio Cervantes hizo un guiño al lugar que imprimió su obra, tanto la primera como la segunda parte. Fue justamente en la segunda parte, en la genialidad de la multitud de referencias cruzadas entre ficción y realidad que posee esta obra, en la que el Quijote, despertando a Sancho en mitad de la noche, le dice:

—¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte! Por mí te has visto gobernador y por mí te ves con esperanzas propincuas de ser conde o tener otro título equivalente, y no tardará el cumplimiento de ellas más de cuanto tarde en pasar este año, que yo «post tenebras spero lucem».

—No entiendo eso —replicó Sancho—: solo entiendo que en tanto que duermo ni tengo temor ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia.

Don Quijote, parte II. Capítulo LXVIII

Las andaduras del Quijote, como todo el mundo sabe, fueron muchas y muy variadas. Pero ni el mismo Cervantes se imaginaría el viaje que su obra haría a lo largo y ancho de todo el mundo. ¿Os imagináis este clásico fundacional pero donde Dulcinea es raptada por una malévola secta y el bueno de Alonso Quijano tiene que realizar hazañas, luchar contra monstruos de arena mágicos y demás tribulaciones para salvarla? Algo así existe y se titula «Historia del caballero encantado», la versión china del Quijote.

Sui Generis Madrid - Quijote, más allá de la oscuridad - Póster del film Tang Ji Ke De
Póster del film Tan Ji Ke De (Kiefer Liu, 2010)

Es sorprendente el inicio de esta narración, que comienza diciendo:

En La Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla. En aquel lugar vivía un hombre apegado a las antiguas tradiciones que gustaba de usar lanza y adarga, caballo veloz y perro cazador.

Cualquiera diría que se parece pero que suena distinto al mismo tiempo, y es que la historia de esta narración es impresionante: todo comienza a principios del siglo XX, cuando un movimiento cultural empieza a tomar fuerza en China, queriendo ofrecer al pueblo valores universales. Como solamente los más pudientes podían permitirse viajar al extranjero, se busca una solución.

De esta forma, el erudito chino Lin Shu se lanza a la ardua tarea de trasladar al mandarín clásicos literarios occidentales. Sólo había un problema: no sabía otras lenguas. Así es como hablando con su amigo Chen Jialin, que había podido viajar algo y entendía inglés, conoce la historia del hidalgo manchego que Jialin había leído en sus viajes.

Jialin le cuenta, a su manera, mezclando refranes chinos e invenciones de su propia cosecha, lo que recuerda de aquel Don Quijote. Lin Shu va transcribiendo, modificando a su vez e introduciendo saberes confucianos, al mandarín coloquial. En resumidas cuentas, que tras aquel monumental teléfono escacharrado surgió una versión increíble y novedosa de las aventuras del Quijote.

De hecho el Quijote pasa a llamarse Moxia (mo, magia; xia, caballero, héroe), que podría entenderse como caballero encantado. Esta singular narración terminó publicándose en nuestros días gracias a la ayuda del Instituto Cervantes de Pekín. Además, también se le dedicó a esta versión una adaptación cinematográfica china, «Tang Ji Ke De», en el 2010.

Un caballero, el ingenioso hidalgo, que tras todas las tierras recorridas a lomos de su Rocinante y acompañado por su leal Sancho, seguirá cabalgando hasta la eternidad en el horizonte de la literatura.