«Planeta prohibido» (Fred M. Wilcox, 1956).
Por David Hidalgo Ramos
La reinvención de un clásico solamente puede producir otro clásico.
Entre los días 12 y 13 de marzo de 1967 hubo un estreno cinematográfico histórico en España, una cinta que simbolizó un cambio paradójico en las narraciones clasificadas como space opera, una de las películas de ciencia ficción clásica más valoradas, Planeta prohibido (Forbidden Planet). Y es que esta película tardó más de diez años en estrenarse en nuestro país por la censura de la época, puesto que el estreno original fue en 1956. A pesar de los esfuerzos, su estreno tardío en España a punto estuvo de ser cancelado ya que los censores no terminaban de ponerse de acuerdo con las imágenes de la actriz protagonista, que en algunas escenas lucía minifalda.
Para ponernos en contexto, era la década de los sesenta, los mismos años en los que todavía seguía vigente en la enseñanza española la anacrónica clasificación de los seres vivos en reinos un tanto diferentes a los del resto del mundo científico: si por entonces ya se aceptaba reino animal, vegetal, hongos y bacterias; en España se enseñaba que la escala de seres vivos constaba de plantas, animales, hombre y ángeles (así lo resalta un reciente artículo científico sobre el tema).
Pero, retomando la película dirigida por Fred M. Wilcox, lo curioso de Planeta prohibido y lo que lo convierte en parte en un clásico indiscutible es su origen literario, cuyas fuentes beben nada más y nada menos que de Shakespeare. No es la primera vez que las tragedias del maestro de la lengua inglesa se reconvierten en diferentes adaptaciones que engrandecen el original (otros dirían incluso que lo superan, lo cual es discutible). Desde El rey león con Hamlet, pasando a Trono de sangre de Kurosawa con Macbeth… Hasta llegar a Planeta prohibido.
En el caso de esta película de ciencia ficción, la tragedia shakespeariana escogida fue La tempestad, quizá la más enigmática de todas sus obras, además de ser supuestamente la última que el dramaturgo inglés escribió. La tempestad nos cuenta la historia de Próspero, que se ha convertido en un malvado mago tenebroso en una isla donde sólo vive con su hija y gobierna los espíritus y secretos de aquellas misteriosas tierras, abandonado a su suerte por su propio hermano. Durante años urde una venganza, hasta que un navío con su hermano a bordo, además de más personajes de sangre real, se acercan a la isla y Próspero junto a Ariel, un espíritu del aire que tiene esclavizado, hunden el barco atrayendo a los personajes a la isla. Las tramas comienzan a enredarse, todo un drama que nos habla del poder, la corrupción, la venganza y el amor. Pero, ¿cómo se lleva eso a una ciencia ficción espacial de los años 50?
Pues de la forma más alocada y a la vez entretenida: un grupo de rescate llega a un planeta (la isla) donde van a investigar qué pasó con el Dr Morbius (Próspero) y su hija. Pero al llegar (en inocentes y adorables platillos volantes, imágenes que por sí solas han pasado al imaginario popular) descubren una terrible amenaza, monstruosas formas invisibles (que sustituyen a Ariel) y que masacran a la tripulación. Una película que con el tiempo se hizo célebre por tener a Leslie Nielsen como protagonista en un papel serio. En un principio el monstruo iba ser uno de los ganchos de la película, pero todos los intentos por representar a tan horrendo ser, con los recursos cinematográficos de la época, daban como resultado un aspecto cómico inintencionado. Es por eso que se recurrió a la invisibilidad, todo un acierto que no hace sino dotar de tensión a la trama de la película. Además, esos mismos efectos especiales, pioneros en la época que lograron una nominación a los premios Oscar, fueron realizados gracias a la ayuda de Walt Disney y sus trucos con la animación. Una tempestad espacial que logró conquistar el corazón de la lejana Humanidad.