Retrato (detalle) de Sophia Brahe (autor desconocido, 1602)

Por Miguel A. Delgado

La participación de la mujer en muchos de los que podríamos llamar “momentos estelares de la ciencia”, en definición de Isaac Asimov, es un campo que, a día de hoy, permanece muy poco explorado. Se da por hecho, con motivo, que fue mínima a causa de su falta de acceso a la educación; aunque, tampoco lo olvidemos, ellas apenas han tenido voz a la hora de contar su propia historia, lo que introduce una inevitable distorsión cuando se trata de situar en su justa medida su verdadero peso.

Quizá una pista que nos ayude a situarlas mejor sea el de fijarnos en el caso de aquellas que, por motivos familiares, trabajaron muy estrechamente con sus hermanos, estos sí científicos reconocidos, y así tuvieron la oportunidad de recibir formación en igualdad de condiciones con ellos. Así tenemos, por ejemplo, a Marie-Anne Pierrette Paulze, la esposa de Lavoisier, quien durante mucho tiempo fue considerada una mera asistente del trabajo de su marido. Sin embargo, hoy sabemos que fue más allá, y que en realidad se trató de una dupla; tanto es así, que Paulze ha pasado a ser considerada como “la madre de la química moderna”.

Otro ejemplo muchas veces citado es el de Caroline Herschel, la hermana de William Herschel, descubridor de Urano y el astrónomo que primero intuyó la enormidad del universo. Caroline fue rescatada del destino de una vida de cuidados para su familia por su hermano, quien se la llevó con él a Inglaterra donde, además de ganarse la vida con sus conciertos (ella tenía una preciosa voz, que él acompañaba con sus composiciones y sus interpretaciones al oboe), fue la fiel escudera de las interminables observaciones nocturnas de él. E hizo mucho más que solo acompañarle: en las décadas finales de su vida, ya en solitario, se convirtió en una figura respetada, que se carteaba con los principales nombres de la astronomía de la época, y que se ganó su propia fama como “cazadora de cometas”, pues descubrió ocho, y también tres nebulosas.

Uraniborg - Observatorio astronómico de Tycho y Sophie Brahe - Sui Generis Madrid
Grabado al cobre/acuarela que representa Uraniborg, el palacio-observatorio en el que trabajaron los Brahe (Astronomiae instauratae Mechanicae, Tycho Brahe, 1598).

Hay un caso, con ciertos paralelismos con el anterior, del que aún desconocemos mucho. Hablamos de Sophia Brahe, hermana de Tycho Brahe, astrónomo del siglo XVI que fue un pionero de la revolución científica que pondría en marcha, entre otros, Kepler en el siglo siguiente. Sophia trabajó estrechamente con su hermano durante sus observaciones, y estuvo presente en los momentos cruciales de la vida científica de Tycho: la observación de la supernova de 1572, y el eclipse lunar de 1573. Sabemos que lo ayudó con los cálculos, mientras él construía los aparatos con los que hacer las medidas. Pero, como en los casos anteriores, no podemos saber qué fue contribución de quién.

Sin embargo, sí que podemos hacernos una idea de la relevancia de Sophia si nos fijamos en que, cuando su hermano estaba de viaje, ella se encargaba de confeccionar los horóscopos a quien tuviera la capacidad de pagarlos. En aquel momento, astrología y astronomía eran una única cosa, y de hecho era la elaboración de cartas astrales la principal fuente de ingresos para quien se dedicaba a mirar las estrellas. Que ella se encargara de dicha tarea, demostraba una gran confianza por parte de su hermano, así como una gran capacidad matemática, totalmente alejada de a lo que la inmensa mayoría de las mujeres de su época podía aspirar.

Luego, la vida de Sophia se desligó de la de su hermano, y nos ha quedado un relato fascinante en el que perseveró en la alquimia, se convirtió en una experta botánica capaz de aconsejar sobre los usos medicinales de muchas plantas, y confeccionó, por encargo, una monumental recopilación de árboles genealógicos de las principales familias de la Dinamarca de la época que, aún hoy, sigue siendo una fuente fundamental para los historiadores. Mientras tanto, el conjunto de los trabajos astronómicos de Tycho y Sophia pasó, a la muerte del primero, a manos de su discípulo Johannes Kepler y, de ahí, a Isaac Newton, quien utilizaría los cálculos para revolucionar nuestros conocimientos de la mecánica celeste. De esta manera, una parte del mérito de la gran revolución que transformó la ciencia, seguramente tendríamos que agradecérsela a Sophia Brahe, la mujer a la sombra de su hermano Tycho.