Julie (Honor Swinton Byrne) en The Souvenir: Part II (Joanna Hog, 2021)
Por Luis Ezequiel González
Joanna Hogg construye The Souvenir (2019) y The Souvenir: Part II (2021) como un ejercicio de cine-memoria, donde los recuerdos de juventud se convierten en el material crudo para montar la ficción fílmica. Hogg narra dos historias inspiradas en sus años como estudiante de cine: en la primera parte Julie (la protagonista) mantiene una relación turbulenta con un hombre mayor, encantador pero sospechoso, llamado Anthony, mientras ella trabaja en su primer largometraje. La segunda parte sigue el luto de Julie por la muerte de Anthony, y sus últimos días en la escuela de cine. Hogg se toma a sí misma, y su mundo recordado, y construye algo nuevo, no busca una reconstrucción —o imitación— de sus recuerdos, sino interpretar las emociones que giran en torno al hecho de recordar. Una obra autobiográfica donde Julie no es Joanna Hogg, porque Julie es el conjunto de experiencias que la directora logra rescatar, un personaje nacido de la rememoración.
La dilogía de The Souvenir no está pensada para contarnos una historia, es más un experimento de Joanna Hogg sobre las herramientas narrativas que posee el cine para reestructurar la memoria. Algo similar a lo que hizo Akira Kurosawa con Rashomon (1950), donde el testimonio de cuatro personajes sobre un mismo evento subraya cuán volubles y traicioneros pueden ser los relatos de un suceso pasado. The Souvenir se apoya en varios elementos temáticos parecidos, pero la obra de Kurosawa es sobre la memoria, mientras que Hogg da un giro y construye su narrativa desde la memoria. The Souvenir (2019) arropa todos sus aspectos formales (diálogos improvisados, cortes bruscos, planos inestables) sobre este concepto sin buscar en la memoria una verdad, la utiliza como medio para construir una nueva realidad que solo puede existir cuando la memoria y el lenguaje del cine parten desde un mismo punto.
Anthony, el novio de Julie, al inicio de la primera parte dice la siguiente frase “cuando vemos una película no queremos solo ver la vida proyectada como es. Queremos ver la experiencia de vivir a través de está máquina [el cinematógrafo]”. La primera parte de The Souvenir se aleja de lo autobiográfico o el recuento de la vida y se apoya en la sensación de recordar. Esta es la experiencia que Hogg toma como base para imitar la memoria a través del montaje. Las escenas se interrumpen bruscamente entre sí, no percibimos el ritmo del tiempo, solo sentimos orden dentro de cada escena individual. Como un diorama donde los personajes se mueven libremente hasta que son recolocados en otro espacio sin permitirles terminar lo empezado. Es una constante de información fragmentada. El montaje en The Souvenir (2019) respeta la naturaleza de la memoria donde los sucesos no se ensamblan de forma sencilla y lógica, no perturba la relación orgánica entre el pasado recordado de Hogg y esta nueva realidad fílmica.
El ritmo de la película es inconexo, se crea una tensión en el tiempo. Como espectadores no podemos adivinar cuándo una escena colapsará, porque el ritmo se crea a partir de la necesidad de mantener un recuerdo y no una lógica narrativa. Es anti-intuitivo pero natural. Hogg nos invita a formar parte de este rompecabezas que ella misma está tratando de armar en el tiempo. Aunque el pasado ya existe como realidad premontada, al momento de recordar se pierde la noción de lo lineal. Los planos aberrantes y rupturas de eje acompañan esta inestabilidad, cargando la imagen de preguntas: ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué? The Souvenir (2019) es un espacio vacío en el tiempo, en la memoria, donde Hogg modifica su pasado e identidad. Al mismo tiempo la película permite separarse de su directora, estos personajes y esta vida le son tan ajenos como conocidos, adquiriendo así una independencia que transforma en forma y contenido la memoria de su autora gracias a la mirada del espectador.
Es ahí cuando los recuerdos de Hogg pasan de ser propios, personales, secretos, y se convierten en una obra cinematográfica. En la secuencia final de la primera parte Julie está dirigiendo una de las escenas de su película y la cámara realiza un paneo que convierte el plano general, donde se aprecia todo el set, a un primer plano de Julie; Joanna Hogg se permite verse, vemos su yo-ficcionado, a través de la cámara. Julie le devuelve la mirada, como sabiéndose observada; directora y personaje se separan. El pasado y la memoria se encuentran con la realidad fílmica.
The Souvenir: Part II (2021) comienza justo donde terminó la primera parte. Anthony ha muerto, Julie decide hacer una película sobre su relación con él. Hogg entonces dirige una película de cómo su yo joven también hace una película sobre la relación con su amante. La segunda parte es una obra metanarrativa sobre la deconstrucción del pasado que Hogg presentó en el primer film, es el retrato de un retrato. Julie utiliza este proyecto para sanar, para descubrirse como artista. En sus propias palabras: “el cine como terapia” .
Joanna Hogg le cede la cámara a su yo-ficcionado; en esta ocasión todo se calma, el montaje se aleja del caos y asume una narrativa más lineal. Julie lucha por encontrarle sentido a la película que está realizando, se ha vuelto mucho más segura desde la última vez que la vimos. Aunque aún tiene sus dudas y cambia de ideas constantemente. Trata de recordar, de buscar en su memoria ese pasado y darle un sentido en la pantalla. Su inexperiencia como directora termina frustrando a su equipo, pero es hermoso verla cambiar todo el bloqueo de una escena porque siente que es lo correcto. Julie toma la misma historia que Hogg nos contó y la proyecta de otra manera, más fantástica y optimista. Joanna Hogg muestra el proceso de reconstruir la memoria en el cine, ya no a través de la presentación formal de su película, sino a través de la película de Julie. Esta Parte II también es un conjunto de fragmentos, pero ya no son viñetas sueltas. Su estructura fluye con mayor suavidad. Una vez más, estamos examinando el pasado, pero esta vez el ritmo de la película va en sintonía con el ritmo de la mente de Julie. Las secuencias fragmentadas reflejan su enfoque para dar sentido a las cosas, para juntar algo que no tiene coherencia. La escena final ocurre dentro del apartamento de Julie. Una fiesta alegre, la película termina y Hogg logra sanar las heridas del pasado. En un último paneo la cámara abandona la realidad fílmica y se mueve hacia el set real, el hogar de Julie es solo un escenario construido para contar esta historia, pero eso no quita que todo lo que está pasando dentro del plano sea real. La cámara deja de moverse y se escucha la voz de Joanna Hogg gritar corte. Una vez más el cine y la realidad se mezclan.
The Souvenir (2019) y The Souvenir Part II (2021) son películas sobre la vulnerabilidad y la realización fílmica a través de la propia memoria. Es editar el pasado como quien corta las tiras del celuloide. Aunque separadas, ambas películas deben pensarse como un único proyecto, uno en el que Joanna Hogg crea una conmovedora oda a la memoria y la pérdida. Es construir y deconstruir el pasado constantemente, de una manera delicada y extraordinaria, constituyendo un triunfo que expone la capacidad del cine para seguir explorando la manera en la que los seres humanos nos relacionamos con el acto de recordar.