Retrato de William Ashbless por David Palumbo
Por David Hidalgo Ramos
El poeta imposible: la historia de William Ashbless.
¿Cuánto es lo máximo que ha vivido un poeta o escritor? Pues por ahí van los tiros con la historia de hoy, que recuerda al excelentísimo (y extrañamente longevo) poeta inglés William Ashbless.
Antes de adentrarnos en su leyenda, volvamos a la vibrante década de los setenta, en la Universidad Estatal de California en Fullerton. Fue allí donde se reunieron tres jóvenes estudiantes de Literatura inglesa, quienes más tarde se transformarían en auténticos genios de la ciencia ficción y la fantasía: Tim Powers, James Blaylock y K. W. Jeter. Gracias a Jeter, hoy conocemos el término steampunk. Inspirado en el modelo ciberpunk propuesto por Bethke a principios de los ochenta, Jeter abrió la puerta a una nueva era en la creación de términos y subgéneros -punk. En 1987, envió una carta a la revista Locus, acuñando la nueva etiqueta como una forma adecuada para describir las obras que estaban creando tanto él como Powers y Blaylock. Los elementos principales que Jeter asentó para sus narrativas, ya fijaban la ambientación decimonónica, victoriana, presentando tecnologías anacrónicas basadas en el vapor, similares a las imaginadas por H. G. Wells y Verne. No hay que olvidar que, aunque el término se fundó oficialmente en 1987, las obras de estos tres autores son anteriores: Desde Morlock Night (1979) de Jeter, pasando por Las puertas de Anubis (1983) de Powers, hasta Homúnculo (1986) de Blaylock.
Estos tres autores de mente inquieta y entusiastas de una ciencia ficción vetada por entonces en las universidades, decidieron fundar una especie de club literario donde reunirse y celebrar tertulias sobre el género. Se denominaron «Grupo de California» y establecieron su admiración por Philip K. Dick a modo de padre espiritual, que presidía las reuniones desde una fotografía mal recortada de una revista literaria. Cuando Dick, años después, tuvo noticias de estos escritores, se puso en contacto con ellos (más con Tim Powers) y entabló amistad. Cuentan que Dick visitó a Powers cuando éste estaba terminando Las puertas de Anubis y que, echando un ojo al borrador de la novela, Dick empezó a garabatear y terminó escribiéndole una hoja entera que fue incluida en la versión final. La admiración terminó siendo mutua, ya que el propio Dick basó algunos de los personajes de su novela Valis tanto en Powers (David en la ficción) como en Jeter (Kevin).
En una de sus tertulias, Powers y Blaylock discutían en la cafetería de la universidad sobre lo mediocre que era la poesía romántica estadounidense del siglo XIX y los pobres poemas que publicaba la revista de la facultad. Mientras Powers defendía los versos de C. S. Lewis y Chesterton, surgió el juego de escribir un poema a cuatro manos, en el que cada verso se sucedía de forma improvisada. Creyeron que, si sus versos eran tan malos, no serían peores que los publicados en la revista. Así, lo enviaron firmado bajo el nombre de William Ashbless, acompañado de una nota inventada que incluía una biografía ficticia con fechas, anécdotas, obras imaginarias, premios y elogios de poetas reales. La broma fue un éxito: la revista publicó los textos, orgullosa de contar con tan insigne «poeta». La idea era satirizar y, al mismo tiempo, rendir homenaje al estereotipo del escritor «incomprendido», pero el experimento superó todas las expectativas.
Años más tarde, el editor de Blaylock llamó para averiguar si conocían a un tal Tim Powers, pues había recibido un manuscrito —Las puertas de Anubis— en el que el personaje William Ashbless reaparecía. Curiosamente, en la novela de Powers, Ashbless existía en 1810, mientras que en la de Blaylock su historia se remontaba a 1980. Los escritores decidieron coordinar las fechas para dotar al personaje de una biografía «real», haciendo que se codeara con Lord Byron, viviera más de 150 años y acumulase una extensa bibliografía, llegando incluso a firmar introducciones en otras novelas. Así, la leyenda de William Ashbless nacía y el poeta se convirtió en una celebridad literaria que trascendió el tiempo.
Entre chascarrillos y reflexiones, la creación tan absurda como brillante de este poeta nos recuerda que, en la literatura, lo insensato y lo sublime pueden ir de la mano. Quizá lo más sorprendente es cómo una broma se transformó en un mito, invitándonos a reírnos de lo solemne y a cuestionar la rigidez de lo academicista. Al fin y al cabo, en el juego de las palabras, la verdadera magia reside en la capacidad de reinventarnos a nosotros mismos.