Detalle de «Zosimos Separatio» (2015), David Herrias

Por Alberto Ávila Salazar

L’appel du vide es una expresión francesa que se puede traducir como la llamada del vacío. Todos la hemos sentido alguna vez, son pensamientos intrusivos, relámpagos que irrumpen en nuestras mentes. Es la llamada de la destrucción, la idea siniestra que nos conduce a lo impensable: ¿y si giro el volante en esta curva? ¿Y si salto por la ventana? ¿Cómo de bien cortaría mi carne este cuchillo? Es el intruso de nuestra mente, esa especie de error que acecha en el sistema operativo de nuestras psiques, si me permiten la metáfora informática. Algunos, felizmente los menos, tienen que convivir con una esquina muy negra y fría en sus almas, con una parte de ellos que se solaza con las ideaciones suicidas o con abyecciones de todo tipo. Acallan el tabú, la agresión sexual o la violencia más grotesca. O bien les lacera la impotencia, la sensación de que no valen nada y que precisamente nada es lo que vale todo.

David Foster Wallace es un escritor que se dejó llevar por L’appel du vide. Depresivo y melancólico dejó una obra fundamental para comprender los últimos año del siglo XX. En un relato de juventud El Planeta Trilafon y su ubicación respecto a Lo Malo cuenta que es Lo Malo del título, con mayúsculas. Dice así: “Para mí es como estar completa, total y absolutamente enfermo (…) Imaginad que hasta el último protón y y neutrón de hasta el último átomo… está inflamado y palpitante, de un color malsano (…) Así más o menos es Lo Malo en su raíz. Todo lo que hay en ti está enfermo y es grotesco. Y como tu único conocimiento del mundo te llega a través de una serie de partes de ti (que) están endiabladamente enfermas, el mundo entero tal como lo percibes y lo conoces y habitas en él te llega filtrado por la enfermedad y se vuelve malo (…) Y no conoces del mundo más que olores podridos y horribles, imágenes en tonos pastel tristes, grotescas y escabrosas, sonidos estridentes o bien mortalmente tristes, situaciones intolerablemente interminables y desplegadas sobre un continuo que no tiene fin alguno… Ideas desesperadas e increíblemente estúpidas”. No hay duda de que sabía muy bien que es eso de la llamada del vacío.

Fotograma (detalle) del cortometraje documental de animación «Franz Kafka», dirigido por Piotr Dumała (Polonia, 1992)

Lo mismo Kafka, escribía: “Los malos pensamientos son honrados. Anoche me sentía terriblemente desdichado, casi no había podido escribir, y con la convicción de que mi futuro inmediato no merecía que yo diese un paso en su dirección, marchaba desolado por Fernandstrasse. A la altura de la esquina de Bergstein, volvieron a acosarme los pensamientos sobre mi futuro no inmediato. ¿Cómo podría sostenerme con mi cuerpo, un desecho de trastos viejos? Es cierto, el Talmud dice que un hombre sin mujer no es un hombre. En ese momento no encontré más defensa contra esos malos pensamientos que decirles: “Malos pensamientos: ¿me acosan ahora, para aprovecharse de que estoy enfermo y descompuesto del estómago? ¿Quieren apoderarse de mi mente ahora? ¿Han esperado la oportunidad para vencerme? ¿No les da vergüenza? ¿Por qué no se atreven a enfrentarme en otro momento, cuando yo me sienta bien? ¡No se aprovechen de mi estado!” Entonces los malos pensamientos cedieron, se disiparon de a poco y no regresaron durante el resto de mi paseo. No se dieron cuenta de que si respetan todos mis momentos de desdicha, no tendrán demasiada oportunidad de prevalecer”.

Todos sabemos que el complejo aleph que imaginó Borges en su relato es simplemente un alfabeto, la combinación de sus pocas piezas son susceptibles de contener (y de hecho contienen) el universo. En francés una pequeña adición convierte L’appel du vide en L’appel du la vie, la llamada de la vida. Para que la existencia sea completa hay que convivir con este tipo de reclamos siniestros, transformarlos en otra cosa. Porque los pensamientos negros se puede utilizar y convertir; y la literatura está llena de ejemplos. Los pensamientos son combustible para la creación y la esencia del Arte. Ya los alquimistas sabían que la primera fase de su misterioso procedimiento era la nigredo, la negrura, la materia prima original de la que surge la gran obra. Les sugiero que aprovechen su personal llamada al abismo para crear. Al principio parece difícil, pero no lo es. Detrás de un pensamiento horrible hay una inspiración. No lo olviden.