Fotograma de la serie «El cuento de la criada»

Por Delfina Chacón y Camilo Iriarte

El cuerpo femenino ha sido tomado por mucho tiempo como un territorio de guerra que se debe conquistar. Almas sometidas, voces acalladas y vidas olvidadas, han desaparecido de la narrativa forzando a borrar las identidades que una vez hicieron parte de la historia que hoy conocemos. Sea en una patria cuya existencia está constatada en los libros de historia, o en una «imaginada» desde los libros de cuento, el relato se repite cuando de la mujer se habla. Opresión, control, vigilancia, censura, son palabras sacadas de la cotidianidad adaptadas a las distopías, que en ocasiones tienden a ser percibidas como lejanas del diario vivir. Por lo que en un mundo donde los medios de comunicación como el cine y la televisión son significativos en la formación de los discursos sociales, es importante contar con relatos que permitan cuestionar los sistemas de poder, removiendo así las fibras del cuerpo que polemiza su presente.

El cuento de la criada es una de esas narraciones contestatarias que a través del género distópico, retratan y señalan contundentemente la objetificación de la mujer, la resistencia femenina y el control patriarcal. La pieza del productor y guionista Bruce Miller se estrenó en 2017 en la plataforma de webseries Hulu, adaptando de manera audiovisual la aclamada novela de Margaret Atwood. Por medio de esta distopía, Atwood encontró la forma de colocar un espejo para contemplar y cuestionar desde varias perspectivas, las realidades que nos aquejan. Escondidxs detrás de un «futuro improbable», lxs espectadorxs analizan los eventos del relato como fragmentos de una simple obra de ficción, pero bajo la sombra de los estudios de género y un repaso por la historia, percibimos con sensatez un oscuro porvenir dentro de nuestra propia realidad.

La República de Gilead es el lugar donde se desenvuelve el relato. Este estado es dominado por un totalitarismo donde la moralidad cristiana fundamentalista impera y, a causa de una infrapoblación, se desata una esclavitud reproductiva disfrazada de un servicio benevolente. De esta manera, las ahora llamadas «criadas» son tomadas como un recurso natural para aquellos en el poder. Este grupo de mujeres fértiles son despojadas de sus identidades a la vez que son forzadas a servir como madres sustitutas o «vientres de alquiler» para las élites sin hijxs. El concepto de individux como proyecto libre no tiene lugar en Gilead. La realización personal está determinada por los ideales de sus dirigentes, al igual que la maternidad y la feminidad, las cuales son moldeadas por medio de violentos mecanismos de opresión.

La serie de Hulu se ha convertido en un fenómeno mundial puesto que confronta a una sociedad en la que las libertades y los derechos de las mujeres sobre sus propios cuerpos siguen siendo cuestionados y negociados. Además, y a parte de la narrativa que acompaña la historia, la estética cinematográfica y la impactante imagen plasmada en cada uno de los capítulos que la componen, ha logrado crear una respuesta emocional inquietante en el público. El cuento de la criada expone una denuncia al sistema patriarcal a través de la estética cinematográfica empleada, la misma que le ha permitido enganchar a más espectadorxs, invitándoles a adentrarse en el macabro territorio de Gilead mediante lo que tiene Offred por contar. Vale la pena observar y analizar los elementos estéticos que han convertido a El Cuento de la Criada en un manifiesto de resistencia femenina en la sociedad actual.

Lxs cuerpxs uniformadxs

Sui Generis Madrid - Cine y TV - Análisis estético de "El cuento de la criada"
Fotograma de la serie «El cuento de la criada»

La discusión inicia en los cuerpos de las mujeres, quienes en este nuevo universo se ven obligadas a servir según su nivel de importancia de acuerdo a una jerarquización. Ya sea que pertenezcan a la categoría de Esposas, Tías, Marthas o Criadas, la jerarquía estructurada que compone el régimen muestra a un conjunto de mujeres cuyos derechos civiles e identidades han sido borradas, para otorgarles un valor basado en los preceptos de los hombres que comandan la nación, los Comandantes. En este sentido, lxs espectadorxs se convierten en testigos de imágenes que relatan una distopía absoluta, obtenida del arrebato total de los derechos por los que alguna vez lucharon mujeres del común, sufragistas y pensadoras. La serie ilustra una sociedad homogeneizada con distinguidos ropajes que hacen casi imposible pensar en El cuento de la criada sin asociarlo con las icónicas túnicas color rojo. El impacto visual de estos vestidos y los sombreros blancos han llevado a convertir dichos elementos en sinónimos y representaciones de lucha. Actualmente se mantienen presentes en manifestaciones que exigen igualdad de derechos de género, siendo una clara insignia de resistencia, que a su vez deja flotando la duda de una posible aparición de una Gilead en este plano de nuestra realidad.

Adentrándonos de este modo en las vestimentas, es relevante analizar los atuendos de lxs personajes de la serie. Mulvey (1989) manifiesta en su texto «El placer visual y cine narrativo» que la mujer tiende a ser tomada como imagen y el hombre se comporta como el portador de la mirada, explicando que es la figura masculina quien talla a la femenina «a su medida y conveniencia», cosa que se evidencia en la jerarquía empleada en Gilead. La mujer no representa importancia alguna por sí sola dentro de la República, ya que está condenada a seguir lo estipulado por un estado que la posee. De esta manera se resaltan las divisiones de rangos en la República de Gilead y nos encontramos con otra manera en la que el régimen somete las identidades y ejerce control, ya que con uniformes las diferencias que hacen a las personas únicas son minimizadas y cada mujer es categorizada por color según la labor que cumpla en este mundo de hombres. Las Esposas usan azul representando la pureza de la Virgen María (esposas subyugadas de los Comandantes), las Tías usan marrón oliva (asignadas para adoctrinar a las Criadas) y las Marthas usan verde (sirvientas domésticas de las familias de la élite). Pero posiblemente lo más significativo es la indumentaria de las Criadas, quienes utilizan grandes sombreros blancos que restringen la vista y túnicas rojas, que simbolizan la fertilidad, alma de toda la población.

Vale la pena detenerse a contemplar los elementos que componen el uniforme de las Criadas. Los vestuarios diseñados y creados por Ane Crabtree para la serie de Hulu han sido un emblema en las luchas actuales en pro de los derechos de las mujeres, presentes en marchas y protestas alrededor del mundo. Crabtree explicó en una entrevista que el propósito de los vestuarios era hacerlos «perfectamente simples y modernos» para que lxs espectadorxs se identificaran y vieran esa realidad alterna de manera cercana a su presente, incidiendo en las personas de manera psicológica desde la imagen. Como antes se menciona, los vestidos y las túnicas rojas representan la fertilidad que es el gran poder que este grupo de mujeres tiene dentro del sistema que las controla, sin embargo cuentan con unos tocados blancos que contrarrestan ese «poder», instigando un sentimiento de cautiverio que no solo les restringe la mirada de manera literal sino también simbólica. Los colores y ropajes de cada grupo funcionan a manera de lenguaje silente que diferencia a las mujeres según su orden de importancia, sin olvidar que todas se encuentran subyugadas bajo la dominación de los Comandantes, quienes se presentan con trajes clásicos negros, color que simboliza el peso de su poder, autoridad y dominación.

Analizar los colores permite entender la simbología que ocultan los vestuarios de la serie. Como menciona Dasgupta (2019) hay dos tipos de uniformes que resaltan entre la limitada «variedad» de Gilead por su color, estos son los de las criadas y las esposas, rojo y azul respectivamente, no obstante nos centraremos en el primero. Estos colores no están planteados al azar, están ligados con la teoría del color que se puede entender desde lo planteado por Johann Wolfgang von Goethe (1840), quien clasificó los colores en positivos y negativos según las emociones que suscita su naturaleza. Siendo los amarillos los positivos y los azules los negativos. Los colores que se encuentran dentro del espectro positivo están relacionados con «sensaciones rápidas, animadas y aspirantes», por otro lado el espectro negativo evoca «sentimientos susceptibles y anhelantes» (Holz y Plümacher, 2007, p.131). Sin embargo, el rojo que identifica a las criadas (rojo escarlata) se encuentra en el espectro de los amarillos, actuando de manera claramente irónica: vientres andantes dichosos de sacrificar su dignidad y cumplir su labor sexual en un estado que les somete. De igual manera, el rojo funciona como un identificador que se asocia con la sangre menstrual y la fertilidad, cosa de vital importancia en este mundo infrapoblado e infértil. Siguiendo en esta línea, es relevante destacar que el color rojo también es comúnmente asociado con el poder y la fuerza, y en este caso actúa como metáfora del valor real de las criadas.

«Es su propia culpa, nunca debieron darnos uniformes si no querían que fuéramos un ejército». – Episodio 10, temporada 1.

A pesar de ser las criadas las principales víctimas de Gilead, su fertilidad se comprende como el mayor poder, siendo ellas trascendentales dentro de un estado que intenta reconstruirse. Su fertilidad es un poder contestatario frente al sistema patriarcal opresor. Es a partir de esta premisa que los ropajes rojos cobran importancia en los imaginarios de la lucha feminista. No se trata de cuerpos homogéneos desechables, sino de mujeres diversas con identidad propia que se unen bajo el manto de la lucha y la resistencia.

La voz de la resistencia

Imagen promocional de la primera temporada de «El cuento de la criada» (Hulu, 2017)

«Mi nombre es Offred. Tenía otro nombre pero ahora está prohibido. Muchas cosas están prohibidas ahora». – Episodio 1, temporada 1.

Nombrar algo es el primer paso para validar su existencia, por lo que al hablar del cuerpo es imposible ignorar la extirpación de la identidad de las distintas mujeres, que inicia por la prohibición de sus nombres. Esto representa la primera estancia de la homogeneización completa de la población femenina, entendiendo por ello que quitarle el nombre a alguien es posiblemente la manera más cruel de ejercer control. La cita anteriormente mencionada corresponde a la primera escena dentro de la república de Gilead. June Osborn, quien es la mujer por cuya narrativa nos adentramos a la historia, es extraída de su nombre de nacimiento
para imponerle el de «Offred», es decir «of Fred» que se traduce al español como «de Fred», identificándola como propiedad del Comandante Fred Waterford al que ha sido asignada. De esta manera se desliga la identidad propia y se reafirma su condición de objeto a servicio de un ente masculino externo, siendo la constricción del lenguaje un paso clave para regular y dominar masas. El personaje de June es presentado con un breve texto que contiene las claves de la situación en la que se encuentra. El significado de sus palabras codifican privación de la libertad y deseo de escapar. Su voz indica fortaleza. El estilo visual con el que está disparada la secuencia refleja un mundo opaco, y su rostro difuso entre la luz, señala hacia la idea de que su identidad ha sido corrompida.

Expresar ideas, pensamientos y emociones a través del discurso es algo natural en lxs seres humanxs. No obstante, en Gilead la libertad de expresión es altamente censurada y sustituida por un lenguaje reducido basado en expresiones puritanas. Nos encontramos con una constante repetición de palabras genéricas reguladas por los altos mandos de poder, que facilitan dicha homogeneización y control de la sociedad, principalmente de las mujeres. En El cuento de la criada el lenguaje es monopolizado. Esta vigilancia sobre lo que se dice y hace obliga a todas las personas que no pertenecen al grupo reducido de los Comandantes a cuidar sus palabras, ya que una expresión por fuera de lo reglamentado podría costarte la vida. La serie permite una cercanía con la verdadera historia del personaje principal gracias a los monólogos internos que se expresan con el uso de la voz en off. El empleo de esta herramienta le permite a June tener una voz dentro del sistema que la silencia.

«No necesito naranjas. Necesito gritar. Necesito agarrar la ametralladora más cercana». – Episodio 1, temporada 1.

Si bien es cierto que el mal manejo de la voz en off puede resultar en un intento torpe y tedioso, este no es el caso. El monólogo interno que desarrolla Offred permite conocer la consciencia de una individua atrapada en un mundo que pretende eliminar la misma individualidad. El efecto que tiene la narración de la identidad desde la voz en off en primera persona se torna en un relato de resistencia, dentro del sistema opresor. Se trata de devolverle la voz a quienes no tienen voz, o en este caso, a quienes han despojado a la fuerza de la misma. Gracias a esta, es posible convertirse en testigxs y conocer su consciencia. A lo largo de la serie el relato va saltando en el tiempo por medio de flashbacks, descubriendo su vida y todo aquello que perdió a causa del nuevo régimen.

«Todo tiene que verse igual, porque tengo la intención de sobrevivir por ella. Su nombre es Hannah. Mi esposo era Luke. Mi nombre es June». – Episodio 1, temporada 1.

A pesar de que nadie puede escuchar los monólogos internos de Offred, la utilidad extradiegética de la voz en off es hablarle directamente a lxs espectadorxs en esta conversación con ella misma, lo que causa una conexión inmediata desde el primer capítulo. Llegamos a conocer su historia, sus deseos y sentimientos que son tan humanos y reales como los de aquella persona que los presencia. A través de la atmósfera de la casa a donde ha sido asignada la criada, y más ampliamente la atmósfera de Gilead, nos hacemos conscientes de las presiones a las que es sometida. Aún no conocemos mucho más que su austera habitación, pero la sensación de claustrofobia es clara. El estilo lavado de la paleta de colores y la luz difusa que entra por la ventana, conducen las emociones hacia la sensación de encerramiento y la tristeza en el espacio. Sin embargo la yuxtaposición del monólogo le permite aferrarse a los recuerdos para no olvidar su identidad, siendo esta una voz de indudable naturaleza contestataria.

Bajo la atmósfera gileadna

Sui Generis Madrid - Cine y TV - Análisis estético de "El cuento de la criada"
Fotograma de «El cuento de la criada»

En El cuento de la criada el ambiente tenso es perpetuo. La voz, la planimetría, el diseño sonoro, todo apunta a mantener la incertidumbre y temor que ha implantado Gilead para conservar el poder. El paisaje sonoro de los interiores y exteriores es tan austero como la habitación de Offred. Reed Morano, directora de la serie, escogió apenas algunos elementos con los que jugar gramaticalmente en términos de puntuación, así como para potenciar las emociones en términos expresivos cuando se requiera. Planteamos el ejemplo de la escena que corresponde a la primera reunión en casa de los Waterford, la lluvia cae y los truenos son utilizados como transición para cambio de plano. Dentro de la sala de estar el tic tac del reloj es imperecedero. Ambos elementos se combinan bajo la misma intención de incrementar la ansiedad. Los truenos, señal de mal tiempo, añaden tensión dramática y la idea se sostiene con el sonido de la lluvia. Mientras tanto, la marcha del reloj expresa insistentemente que algo está por venir.

La combinatoria de los sonidos con la propuesta visual, traslada al espectador la misma tensión que viven lxs personajes. En términos de planimetría, hay una pluralidad entre encuadres de planos generales y medios, estáticos y simétricos, que dan una sensación bastante estrecha a la habitación; y planos cerrados disparados cámara al hombro sobre el rostro de Offred, que acertadamente otorgan la sensación de estar su mente. El diseño de estos aspectos visuales y sonoros son el resultado de comprender la esencia del relato y en este caso actúan como el lienzo perfecto sobre el cual deben brotar los diálogos.

La escena termina con un rápido crescendo del sonido de la lluvia sobre el rostro de Offred y una cadencia de sonidos de golpe de barrotes, que por asociación nos trasladan a una persona encarcelada manifestándose en su celda. Estos son pequeños detalles de estilo cinematográfico que fortalecen el discurso a nivel audiovisual, a través de la creación de una verdad cinematográfica. La manera en que dialogan todos los elementos crea un universo en el que no dudamos acerca de los sentimientos que nos despierta el relato. La metáfora de los golpes metálicos sostiene el discurso de la represión y se amplía a través de una transición sonora, en donde pasamos a los sonidos del tañer de las campanas de la iglesia. El cristianismo entra a través de las ventanas de la casa mientras la exploramos en ese tono translúcido y difuso, que ya hemos mencionado antes como elemento característico visual de la serie, pero esa ya es otra escena.

La provocación de la expectativa como efecto de control

Fotograma de «El cuento de la criada»

«Se requiere un baño antes de la ceremonia, debo limpiarme, lavarme y cepillarme como un cerdo premiado». – Episodio 1, temporada 1.

La ceremonia es uno de los actos que emplea la República de Gilead para simbolizar el control político y total sobre el cuerpo femenino. Es la finalidad de todo el aparataje gubernamental que han diseñado los comandantes para garantizar continuidad de la reproducción natal a cualquier precio. Regresamos al tema del poder que le otorga la fertilidad a las mujeres en este estado infrapoblado, por lo que necesitan de este tipo de acciones para reducir a la mujer, convirtiéndola en un objeto que no representa amenaza alguna. La presentación del ritual está demarcada estéticamente por medio de una propuesta de generación de expectativa, un sello característico de la serie a lo largo del relato. Unidades de sentido son encadenadas de manera que la tensión es precedida por la calma y viceversa. En cada capítulo de la serie oscilamos emocionalmente mientras las vicisitudes de Offred dentro del infierno de Gilead, marcan los distintos «movimientos» del relato como si de una composición musical se tratase.

Sonidos agudos y disonantes están presentes a lo largo de la serie. Hacia la secuencia de la ceremonia el sonido de una pequeña campana, cuya evolución en el tiempo va en crescendo, acarrea una connotación de alerta que mantiene a lxs espectadorxs en tensión. Sobre un ambiente de insectos nocturnos constante en los interiores de Gilead, ladridos de perros provenientes del exterior de la casa y el sonido del tic tac del reloj, suceden a la campanilla y se turnan para expresar un estado nervioso desde el aspecto psicológico. La ceremonia inicia y el sonido ambiente de los insectos es enmascarado por música religiosa, al tiempo que se inicia un juego de planos ligeramente picados y contrapicados que traducen las relaciones de poder al interior de la habitación. El control estatal en Gilead parece inquebrantable, pero cuando la opresión es fuerte y limita tus derechos fundamentales a tal punto que el único lugar en el que eres libre es tu mente, un enorme ejercicio de resistencia es necesario.

Contradicciones internas del sistema

Fotograma de «El cuento de la criada»

En el tercer episodio de la primera temporada, Offred es invitada por Serena a visitar a una recién nacida. La planimetría utilizada para retratar la sala de estar en donde se encuentran, es amplia y recoge a muchos personajes dentro de plano. La sensación de libertad contrasta la manera de cubrir a Offred, que es siempre cerrada a excepción de un momento en el que se le ve pequeña al fondo de la habitación, con toda la aristocracia de Gilead en unos términos más cercanos a cámara. Serena y Offred comparten algunos segundos en un plano medio y luego se establece un juego de plano – contra plano, en donde ambas son retratadas bajo el mismo valor. La música suave se suma a la idea de una aparente armonía entre ambas mujeres y se consolida la idea de que existen contradicciones interiores y naturales al ser humano, al interior de la república. La doble moral que habita en la interiorización del patriarcado y su opresión, se modelan en estos juegos de miradas y valores de plano, que dicen más que las leyes antidemocráticas que forjaron la república.

Sobre el valor expresivo del sonido recae la mayor parte del cierre conceptual y literal de la escena, resaltando una vez más la opresión y el desconcierto. El sonido de la cucharilla sobre la taza de té se convierte en cuchilladas para Offred, que escucha vejaciones en torno a Janine y por consecuencia en torno a ella misma. Los gestos y los diálogos serían suficientes para explicar esto, pero el diseño sonoro va un paso más allá para trasladar al espectador la molestia y el desgarro emocional a través de la combinatoria de los golpes sobre la expresión corporal de Offred. Toda la secuencia es una suerte de pieza de música concreta que cuenta con el llanto del bebe sobre el rostro de Offred y el sonido de las campanas de un reloj de pared que no vemos, pero a cuyo timbre nos hemos acostumbrado a través de las comunes campanas de la iglesia que suenan en la ciudad. Los ojos de Offred se dirigen hacia arriba siguiendo las campanas como si de un pedido, o tal vez de una condena se tratase.

Juicio por ley divina

Fotograma de «El cuento de la criada»

El día del juicio de Ofglen/Emily Maleck (episodio 3, temporada 1), el espacio destaca por una luz casi celestial sobre los documentos que se encuentran en las mesas del juzgado, así como por la difusa luz del sol que entra por un enorme ventanal. La imperceptible cara del juez a causa de la luz que penetra a sus espaldas, es una invitación a pensar en quienes juegan a ser dioses. El patriarcado determina por «ley divina» el orden de prioridades que ha de llevar una sociedad, disponiendo en el juzgado la arbitrariedad y la manifestación de lo siniestro. A partir de la imposibilidad de trabajar a causa de sufrir la condición femenina, la privación de los derechos fundamentales ha culminado con una ley mordaza en el juzgado. Las mujeres han sido condenadas a ser almas en pena en una sociedad que no permite no solo su defensa, sino que no tolera su existencia. Un sonido sordo se coloca en primer plano durante la sentencia, posicionando la voz del magistrado en un segundo término, mientras el rostro de Emily Maleck expresa tantas cosas imposibles de determinar con exactitud, si no eres una mujer. Una vez más, el sonido traduce la ansiedad
provocada por el sistema.

Conclusión

La igualdad de condiciones entre hombres y mujeres sólo será posible a través de una resistencia que lleve a la revolución. La mujer libre no nacerá sin oponer resistencia, incluso a través de la desobediencia civil. En este sentido, del mismo modo que Antígona ha inspirado a mujeres radicales a lo largo de la historia, June Osborne es hoy el referente que encarna no solo el hartazgo que ha supuesto la condición femenina debido a los contratos sociales a lo largo de la historia, sino la fortaleza y la sororidad que impulsa al ser humano a triunfar en comunidad ante la adversidad.

Bajo una aproximación interpretativo-analítica, la lectura audiovisual propuesta ha permitido exponer una definida búsqueda estética, que es común a todos los procesos discursivos y creativos que dan vida a la serie de El cuento de la criada de Hulu. La generación de sentido originada a través de los elementos que conforman el decorado visual y sonoro, es posible gracias a la rica connotación simbólica que acarrean cada uno de estos elementos: represión, violación y resistencia. Asimismo, ha sido posible evidenciar el carácter actual en los conflictos que se desarrollan durante el espacio y tiempo en el que está circunscrita la serie, como los ocasionados por la figura de la iglesia y el sistema patriarcal.

La serie se manifiesta como una advertencia en torno a lo que se esconde tras los modelos radicales que dominan el mundo y el atropello al que ha estado sometida la mujer en toda su facultad existencial, a lo largo de la historia. Las extremas circunstancias que viven a lo largo del relato permiten reconocer los principios de desigualdad que habitan nuestras realidades políticas y sociales, a través del ejercicio de la dramatización que las artes escénicas y los mecanismos de representación audiovisual construyen. Gracias al impacto de su amplia exhibición, El cuento de la criada ha ocupado un lugar importante en el discurso feminista contemporáneo. La esencia contestataria que hace frente a los opresivos sistemas de poder que reducen los derechos humanos y civiles de las mujeres, aúna reflexiones que sitúan a la República de Gilead como una fuerza oscura que se mantiene latente al interior de todo núcleo de gobierno patriarcal.

El estilo sostiene su justificación en la intención de provocar incomodidad en lxs espectadorxs a partir de una gran sugestión opresiva, desde los distintos elementos audiovisuales, sin dejar de ser lo suficientemente atractiva como para que el público decida no volver a verla. En este sentido, también existe un juego con aquella curiosidad mórbida que todxs llevamos dentro.

El hambre de conquista supera no solo las ideologías, sino el factor humano. Doscientos veinte años después de que las mujeres lucharán por sus derechos durante la revolución francesa, y luego de tres olas del movimiento feminista, los hombres siguen tomando decisiones esenciales por sobre las mujeres, como por ejemplo, sobre los derechos reproductivos. La nueva adaptación de El cuento de la criada es un potente despertar que recoge arte, filosofía existencialista y política, que llega para reaprender a observar bajo una mirada crítica. La posibilidad de creer en una televisión que se acerque realmente al lenguaje cinematográfico se conjuga con el imaginar la oportunidad de sembrar «semillas de consciencia social» de manera masiva, gracias al enorme mecanismo de comunicación que suponen las nuevas plataformas de webseries. Bajo el espíritu de resistencia que toda manifestación feminista ha encarnado, la serie se ha convertido en un producto visceral que provoca en lxs espectadorxs la disconformidad propia que hay que tener para poder cuestionar el origen de las tiranías y nuestra propia condición.

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